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lunes, 2 de junio de 2014

El ser humano y la naturaleza


Entre los seres vivos, el hombre es el único que tiene esa característica a la que se denomina cultura; esto es, posee la capacidad de planificar y desarrollar pensamientos, transmitir a sus descendientes conocimientos, y modificar su medio ambiente. El problema es que no siempre lo ha modificado de manera razonable como para que él y sus descendientes gocen de un bien que resulte sostenible en el tiempo.
     El ser humano no puede sobrevivir si entra en conflicto con la naturaleza. Existe una clara interdependencia entre salud, medio ambiente y grado de desarrollo de un país; es así porque no se puede alcanzar un desarrollo equilibrado si la población no está sana y no tiene acceso a la educación. Sin embargo, y a pesar de que la salud y la educación son derechos humanos, en casi todo el mundo la contaminación de la tierra, el agua y el aire, está acabando con la salud de millones de personas.

El gran dilema: avance tecnológico vs naturaleza
     El conflicto entre el hombre y la naturaleza es muy viejo, tiene su origen en el siglo XVIII, a raíz de los cambios que se produjeron con la revolución industrial en Inglaterra. Después, a mediados del siglo XIX se produjo un fenómeno similar en Estados Unidos, Francia y Bélgica, sólo que entonces comenzó el uso intensivo de fuentes energéticas, especialmente electricidad y petróleo. En la historia de la humanidad los procesos de industrialización han tenido características diferentes, pero dos rasgos en común: La sobreexplotación de los recursos naturales y la falta de cuidado hacia la naturaleza.

Los extremistas
     Actualmente hay dos posturas sobre los males que aquejan a la naturaleza, una afirma que: "La situación no es tan grave, y en todo caso tarde o temprano la ciencia y la tecnología nos van a sacar del atolladero"; y otra igualmente extremista, señala que: "La tecnología destruye la naturaleza y por lo tanto a nosotros mismos como parte suya, así que debemos prescindir de ella". Ambas posiciones son irracionales; no podemos seguir atentando contra la naturaleza, pero tampoco podemos renunciar a la tecnología y a sus usos económicos.

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